jueves, 14 de mayo de 2015

El oil crash a escala humana (y IV)



Queridos lectores,

Aquí viene la cuarta entrega de la serie de Parroquiano, con la conclusión esperada.

Salu2,
AMT



El crash oil a escala humana. IV

 “El hombre honrado a carta cabal queda siempre como un caballero, pero se queda siempre Entonces, continuando el razonamiento del capítulo anterior, y cruzando la primera con la segunda clasificación, nos encontraremos con las siguientes categorías de individuos, vistos desde una perspectiva energética; a saber:

1) Individuos con excedentes energéticos mayores y menores, que para mantener esa posición o afianzarla, están dispuestos a saltarse las leyes ética y morales que debieran ser observada por cada hombre en su interrelación con los otros: esta categoría la denominaré “los negreros”…la calificación, de entendimiento universal, no es azarosa; sino corresponde al paradigma de quien lleva adelante un negocio o actividad legal (tratante de esclavos), pero lesionando en el camino la dignidad inherente a cada ser humano. Hoy podemos hacer caber en esta clasificación al patrón que humilla y explota a sus trabajadores, las multinacionales y holding que despersonalizan las relaciones humanas, intelectuales de alto vuelo al servicio del mercado, o los tecnócratas que aplican regla de austeridad a todo el mundo menos a ellos. Yo sé que la simplificación siguiente pudiera ser injusta, pero en términos generales hablo de esa clase empresaria, facha y reaccionaria.

2) Individuos con excedentes energéticos mayores y menores que para mantenerlos o afianzarlos están dispuestos a saltarse las normas legales: los designaré genéricamente como “los corruptos”, aquellos individuos que abusan del poder obtenido y lo degradan. Hablamos de los “delincuentes de cuello y corbata”. Lo curioso de esta clasificación, es que el ánimo delincuencial –a diferencia del delincuente común, que siempre obra motivado por una necesidad externa, directa y concreta- es puramente interior; nada en el mundo lo obliga a convertirse en un delincuente como no sea su propio deseo de, si se quiere, acumular. Aquí caben particularmente políticos, empresarios, militares,  jueces…todos corruptos. 

3) Individuos con déficit energético, que para salir de él, o para no aumentarlo está dispuesta a saltarse las reglas éticas: el chapucero, el embustero.

4) Individuos con déficit energético, que para salir de él, o para no aumentarlo está dispuesta a saltarse las reglas legales: el delincuente común.

He aquí el tablero energético cotidiano, sus casillas y sus posibles jugadas: están lo que tienen de más, los que tiene lo justo y los que les falta; y, entre ellos, están los que para pasar de una categoría a otra, o mantenerse en la que están, jugaran con las reglas o bien se las saltaran…como siempre el futuro de cada uno, y del mundo, se contiene en unas pocas decisiones esenciales que engloban a todas las demás…¿cuál creen ustedes que es la decisión que está tomando el mundo?, ¿ hacia dónde se está escorando este barco?, ¿estamos haciendo lo correcto o nos estamos yendo todos al carajo?; pero más importante que las preguntas anteriores es ¿tenemos la libertad de elegir?... es esta última pregunta la que realmente quiero intentar contestar. Antes de hacerlo, me detendré un minuto en una categoría a la que excluiré del ejercicio de respuesta, porque para este ejercicio (no así otros) no es relevante;  me refiero en nuestra clasificación a los Individuos con excedentes energéticos mayores, hablo del 1%.  Los ricos, los poderosos, esos mismos que ocupan gran parte de sus esfuerzos en generar las condiciones que les impidan, de cualquier modo, salir de la posición de seguridad que han alcanzado; uno diría que ese es su único trabajo. La posibilidad que las elites caigan en una categoría energética inferior es siempre menor; pero no porque sean personas con más suerte o más trabajadoras que el resto, sino sencillamente, porque durante generaciones han dispuesto de los medios sociales, legales, económicos, para que ese riesgo les sea lejano.

Lo peligros a los que se someten esas misma elites son más graves y de consecuencias más terribles, solo que nosotros no los entendemos, el riesgo de ellos no es ir la cárcel, (que cosa más mundana y pequeña) no, el riesgo al que están expuestos es mucho mayor…por ejemplo: imagínense el trabajo y la responsabilidad que significa tratar de entrar al cielo con todas esas riquezas, sobre todo cuando ya se les advirtió de los humildes es el reino de los cielos; y más encima, nosotros, que desde nuestra posición de seguridad del paraíso ganado esperándonos, los criticamos y apuntamos con odio. Tanto se ha esmerado esta clase en no cargarnos con sus miserias y tentaciones, que incluso se han visto convenientemente obligados a modificar hasta el Padre Nuestro para no hacer recaer en nosotros esa responsabilidad; en efecto, donde repetimos y perdona nuestras ofensas como así nosotros perdonamos a quienes nos ofenden, dice originalmente  “y perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” … contritos han elevado su propia vara de obligación moral con el prójimo, si Jesús se conformaba con que le perdonaran su deudas, esta clase no ha estado dispuesta a tan poco, cualquiera perdona una deuda, pero no cualquiera perdona una ofensa, cuanta grandeza de alma hay que tener , cuanta fe, y ahí están ellos, luz del mundo. Dicho lo anterior, prosigo.

Al fin, el gran escenario en el que concordamos todos los pikoleros y que entendemos se está dando en estos precisos instantes en cada punto del globo (con sus propias características)  es el enunciado por Antonio Turiel en sus post La gran exclusión, y Porque esta crisis no acabara  nunca, que tiene su correlato en similares de otros grandes autores en la temática del peak oil como por ej: The Long Descent de John Michael Greer;  (por cierto, otra cosa es que concordemos que el desarrollo del escenario anterior se lleve, por acción u omisión, hasta sus últimas consecuencias y en ese punto ya no hay tanta coincidencia de pareceres) decíamos entonces que el escenario de la gran exclusión es el que, desde la perspectiva de las clasificaciones hechas por este servidor, corresponde al movimiento natural que se está dando -y que se seguirá dando con más fuerza en el futuro según aumente el déficit de energía- de trasvasije, de individuos, comunidades (y posiblemente hasta países) desde las categorías superiores (con excedentes energéticos) a las inferiores (con déficit). Cada excluido cargando a sus espaldas miserias y grandezas, sus sueños, necesidades, miedos y esperanzas, cargando hijos y padres; lo anterior, en un estado probable de incredulidad y rechazo (¿porque me está pasando esto a mí?). La velocidad creciente con que millones de individuos, cotidianamente, están siendo arrancados de una (ilusa) categoría superior para ingresar a una (real) categoría inferior es abismante. Como el viento, no se ve, poco se escucha, pero ahí está, nomás saliendo a la calle te azota el rostro. Al lado de los derrotados, igual de abismante es la presión a la que otros tantos millones de individuos familias y comunidades están siendo sometidos para mantener una posición energética que cada día se vuelve más desesperada, es ahí donde se juega, en este momento silencioso, el colapso del sistema, donde se  está verificando la cruda realidad el Crash oil a escala humana, la verdadera tragedia de la energía menguante que nunca tendrá un  titular en la prensa.

Y nos vamos decantando de realidad

¿Saben ustedes en que se ha transformado la energía? La energía es solo una alfombra extendida, que tiene por virtud separarnos del suelo, del suelo físico y del suelo espiritual. Se extendió generación tras generación, todo cuanto pudo extenderse y aun mas,  con la economía fiat, incluso nos hemos dado el lujo de extenderla donde ni siquiera hay suelo firme, extendida sobre el aire. Que se extendió mullida y suave solo en algunos lugares, o solo para algunos, es cierto; que en otros se extendió dura y fría, también; y en otros apenas si fueron hilacas, es verdad… pero todos pudimos disfrutarla, aun lo hacemos…¿y qué otra cosa es el peak oil sino ese recorte cotidiano, centímetro a centímetro, de la superficie que ese tapiz, el día anterior ocupaba?.  Y, aunque en una superficie de un millón de millones de kilómetros cuadrados, el que desaparezcan 1 cm por lado cada día puede parecer poco o insignificante, no lo es. No lo es para los millones (y cada vez mas millones)  que están cerca de sus bordes, el instinto de supervivencia, llama al mismo tiempo al miedo y la y rebelión, (que sin un objetivo claro solo es violencia vacua), y mientras pasa otro día se acorta un centímetro más por cada lado. Sabemos lo que sucede al borde, aunque no estemos cerca de él, para bien o mal cada ser humano es una caja de resonancia de las emociones y miedo de quienes se encuentran frente a la boca del abismo;  una cadena de transmisión de la que todos somos parte, y que desde los bordes abisales del tapiz van haciendo correr, como pulso eléctrico, ayer la esperanza y hoy el miedo. El seguro centro tampoco es alternativa, pues no les pertenece a los hombres de a pie, es ahí donde se hace fuerte el BAU y todos quienes los defienden, ellos mismos son otra fuerza que van empujando a las masas hacia afuera, a la exclusión. El miedo y la necesidad, pocas veces han conocido maneras civilizadas, sus portaestandartes son el insulto y el empujón, heraldos ignominiosos,  a su vez, del golpe y la herida.

En la cotidianeidad de universo de energía menguante, ya lo señalamos, hay pocas alternativas. Para los honestos, los trabajadores, los crédulos de este sistema y sus bondades solo queda la Hipótesis de la reina roja, correr cada vez más rápido para permanecer en el mismo lugar  (…eso o el millón de dólares de la lotería). Los pikoleros sabemos que es una elección está condenada al fracaso, tarde o temprano, la maquina nos alcanzará, al país, la ciudad, la casa. Cuando lo haya hecho, nos deglutirá insípidamente, sin ningún atisbo de rebelión…¿con que fuerzas nos rebelaríamos?, generaciones con la desesperación del fracaso, con las potencias agotadas por años de humano esfuerzo tratando de hacer realidad un sueño, que ni siquiera era un gran sueño, una linda casa, el buen día a día, hijos con futuro, disfrutar el paso de los años. En cambio solo hay deudas, trabajo gris o derechamente explotación, hijos reprochando lo que ya no obtuvieron, alcohol para algunos benzodiazepinas para otros… psicólogos (si tienes suerte y dinero para pagarlos); pero por sobre todo la sensación creciente que la vida que te ofrecieron, o te ofreciste, se fue por la alcantarilla o se perdió en enésima planilla a llenar. TV y Prozac para mil millones es la elección  y los poderosos, los corruptos, los chapuceros y delincuentes, confiando en que sean narcóticos suficientes para que las masas no levanten cabeza y vean la trampa sin salida a la que han sido llevados. Y eso, estimados, es futuro para los honestos, para los buenos, para los que aun creerán y soñaran con un tiempo mejor; y que con esa creencia como blasón no le aflojaran al sistema sino rendidos y muertos. Los ingenuos, la gente buena, irán (van ya) como ovejas al matadero. Llegaran a sus casas, como llegan, tirándose los platos por la cabeza, sin saber de dónde nace la culpa y la rabia que los corroe, le sigue el reproche, el grito y las puertas que al interior de cada hogar se están azotando. Si los que aflojan tendrán tal vez un respiro, aquellos que no lo hagan (por razones tan espurias como la vanidad o tan importantes y legitimas como el futuro de sus hijos) irán componiendo la gran masa de constreñidos, de presionados, por las dos reglas sociales más importantes a la hora de evaluar cómo hemos de mantener o acrecentar nuestro flujo de energía (o su equivalente dinero); y esas dos paredes son, por un lado, las obligaciones éticas y, por otro, las obligaciones legales. Las paredes del caldero en las que la sociedad occidental se cocina, hoy mismo, a un fuego no tan lento.

Los honestos, mis amigos, en un escenario de energía menguante, en el Crash Oil, están siendo en estos momentos sitiados, y no solo por las reglas morales y legales que los llevaran a cumplir con su deber ciudadano hasta el último respiro; sino que también lo serán por los otros, lo que se las salten las reglas, chapuceros y delincuentes verán a las masas trabajadoras como el campo fértil donde sembrar y cosechar los agrios frutos del embuste y el delito. En otro frente, lidiando contra  el BAU, amurallado en el  centro, los que tiene mucho que perder, generando su propio espacio vital, arrinconándonos a punta impuestos, deuda, bancos y desahucios.

 La honestidad tiene su propia peste, el chapucero y estos se expandirán según se acabe la energía. Aunque la desesperación por conseguir energía (o su equivalente monetario)  no es tanta para convertirse en un delincuente, no está lo suficientemente desesperado para robar, si lo suficiente como para traicionar las confianzas, he ahí a un chapucero. La chapuza, el paradigma de la disolución del sistema, no es solo el maestro que deja mal un arreglo en tu casa porque tiene que ir a dos o tres casas más, o porque lo que le puedes pagar, estima él,  no vale un trabajo concienzudo y metódico (que por cierto requiere más energía). Involucra, igualmente, a ese doctor que atiende a sus  pacientes como quien ordeña vacas; involucra al abogado que te deja los juicios a la mitad, o aquella empresa contratista (y para esto solo vean los periódicos) que en vez de terminar la obra le sale más conveniente declararse en quiebra (total, después los dueños crearan otra empresa y suma y sigue) y será la sociedad, el país el que se irá llenando de casas a medio construir, puentes a medio construir, carreteras, hospitales, edificios, escuelas a medio construir…en el fondo será (es) la vida, los sueños, las esperanzas las se va quedando, por falta de energía la que va quedando a medio construir .

 La chapuza es hoy la reina y trae  con ellas las semillas de disolución social. No sé si en esta categoría estarán los más débiles moralmente, los más desesperados, los más indolentes o los más listillos, pero crecerá cada día. Con cada comerciante que decide no pagar una deuda con ese proveedor con el que han forjado años de confianza, crece con cada cheque sin fondo traicionando confianzas, crece con cada dinero pedido por un familiar o amigo y que simplemente hay que echar al olvido, con cada fontanero al que les pasas dinero para los materiales y se va dejándote el trabajo a medias y la maldita gotera resonándote en los cojones. Con cada informe hecho de copy paste. La chapuza es peligrosa, más incluso que la delincuencia que siempre será abismo, peligrosa porque posibilita la disolución de la sociedad desde adentro; al delito se lo combate, a la chapucería se la putea. La chapuza es hermana del mercado negro  y tras ella se esconde la artrosis temprana del cuerpo social. Trae la rabia y molestia de quien la sufre, la indignación y desesperación del hombre cabal. La chapucería es el archienemigo del ciudadano limpio que encerrado entre perro, reja y candado puede aún evitar al delincuente, pero que estará siempre impedido de evitar al embustero. Decir, por último, que la chapuza tiene un rostro amable y casi simpático, sobre todo cuando se la ve  campeando a sus anchas en nuestros palacios de gobierno, en nuestros Congresos y Senados, entre autoridades de provincias, intendencias, partidos, municipalidades o diputaciones. Sí, la política es siempre la primera víctima. La segunda, el hombre trabajador y honrado, que siempre le recordará al chapucero su propia miseria.            

Otra, igualmente, es la categoría que aumenta junto con el déficit de energía, aquellos que están dispuestos a saltarse las reglas legales para, mantener o mejorar su posición energética, el delincuente. Cierto, delitos y delincuentes ha habido en todas las épocas, pero esta vez no enfrentaremos a una ola delincuencial que con la energía menguante tiene sus propias características. Ya señalábamos como con el advenimiento de los combustibles fósiles, las necesidades sencillamente han desaparecido, y que en su lugar impostados como necesidades hemos puesto los simples deseos. Y si antes existió el  delincuente moral (¡Fuenteovejuna señor!) y delincuente por necesidad (hurto famélico) la cosa ahora es distinta. La delincuencia movida por el simple deseo está ligada al sin sentido y al vacío. El asesinato por un par de zapatillas que cuestan 200 euros, el robo de un auto para disfrutar la noche loca, el fraude al fisco para comprarte el  4x4 de 50 mil dólares. Aumentaran los delincuentes, cualquiera que quiera ese deportivo rojo y que no tenga el dinero ni esté dispuesto a trabajar por el será candidato a engrosar esta categoría  (como el cuento de los tres deseos que se transforman en maldiciones, solo tiene que desearlo lo suficiente). Pero es otra la consecuencia que se debe temer y que ya se teme, el influjo de disolución social del ilícito, barrios sitiados por la droga, familias encorvadas en la promiscuidad, ciudades abrazadas a la miseria. En ellas el delito es solo el catalizador, el gesto. Lo que ese gesto refiere es lo realmente preocupante. Y el contrapunto desde el centro poderoso, colusiones, carteles, monopolio, la coima, el soborno y el cohecho.

  Ahhhh el petróleo, una gran alfombra mis amigos, sobre la cual siete mil millones de almas han puesto sus necesidades para ser satisfechas, casas, autos, viajes, negocios, dinero, ocio, salud y educación, pero incluso lo recién indexado es solo materia y superficie; recién detrás de los bienes se encuentra la esencia de lo que hemos puesto sobre este tapiz extendido (supuestamente) al infinito…hemos colocado el FUTURO, el nuestro y el de nuestros hijos, esa es la verdadera dimensión de la tragedia. Entendible quizá que nadie la quiera ver

 Y así, con cada centímetro que se recorte esta alfombra, siete mil millones de almas, cada día, tomaran una decisión, abuelos, padres de familia, jefas de hogar, empresarios, jóvenes profesionales, cesantes, viciosos… toda la fauna del mundo…tiraran los dados y apostaran sus fuerzas esa mañana, unos al trabajo, otros a la juerga , unos al suicidio otros a la lujuria, unos a la rabia otros a la resignación, unos a las armas otros a la cruz, unos a la esperanza otros a la acción. Y el silencio que hoy sentimos es solo atomización, disolución a velocidades estratosféricas, lo inmóvil es ilusión. Ya sin energía, ni para grandes conflictos ni grandes esperanzas, vemos al fin la verdad, la degradación bullente -ni trágica ni histriónica- del mundo, es la realidad… la verdadera cara del Crash oil es la nuestra, la mía, la tuya, la de todo aquel que mira en este instante el futuro a través de una ventana.

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